Pintura amarilla,
amarga felicidad,
sabía que me dañaría
y que nunca obtendría saciedad.
Dulce dolor,
el que me causa tu soleada mirada,
agria impaciencia,
por abrazar a alguien helado.
Me dañas,
como si de clavos fueses,
me gustas, sombra amarilla,
a pesar del perpetuo hielo que te envuelve.
Me hunden tus palabras,
retóricas pero inocentes,
hacen mella en mi alma.
Me rompo lentamente,
cual cristal siendo impactado,
se confunde mi mente,
cual laberinto inacabado.
Aún así,
incapaz soy de dejarte,
y aunque me daño eternamente,
muero por abrazarte